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  • Foto del escritorVíctor López Megía

NO SE TRATA DE OPINAR O CREER

Si nos ceñimos al más estricto sentido del arte marcial como el medio de estudio de la lucha, no podemos basarnos en la opinión o en el parecer particular, sino en la búsqueda y el esclarecimiento de la eficiencia a través de las herramientas que nos aporta la ciencia.


Es decir, que el arte marcial, la lucha, el combate o el sentido del kata no está supeditado a lo que uno quiera hacer (bunkai), sino que, basado en la búsqueda de la eficiencia, uno está subordinado a lo que la ciencia demuestre con sus métodos qué es lo más eficiente. Luego habrá que ver quién puede o no puede, por habilidad, acceder a dichos métodos.

Es como bien explica la vieja analogía del gato negro en la habitación oscura. Se trata de una recurrida y práctica analogía que trata de explicar y comparar las actitudes de un filósofo, un metafísico, un teólogo y un científico ante la comprensión del mundo. Hacer filosofía es como estar en una habitación oscura buscando un gato negro. Hacer metafísica es como estar en una habitación oscura buscando un gato negro que no está allí. Hacer teología es como estar en una habitación oscura buscando un gato negro que no está allí y gritar de repente... ¡Ya lo tengo. Lo encontré! Y hacer ciencia es como estar en una habitación oscura buscando el interruptor de la luz para comprobar si allí hay o no hay un gato negro.



Y aunque nos empeñemos en dotar al arte marcial con tintes filosóf icos, que sin duda pueden ayudarnos a investigar y reflexionar, en contraposición de una supuesta “teología” que afirma estar en posesión de la verdad, abusando de creencias y tradiciones, no podemos excluir de la fórmula del conocimiento y el desarrollo a la ciencia, la cual, en palabras Jorge Wagensberg, Profesor en la Facultad de Física de la Universidad de Barcelona:


<<debe basarse en el talante y el talento científico que se demuestran únicamente con el método, con el sentido crítico y con el respeto escrupuloso por el error, o sea, buscando el interruptor de la luz en la cámara oscura.>>

Por tanto, las artes marciales no evolucionan, o al menos no deberían hacerlo, en base a una opinión personal, sino en base a un desarrollo científico basado en la eficiencia. Entendiendo la ciencia como aquello que explica el vínculo entre la acción y la reacción. Si alguien no puede explicar cómo una acción ha llegado a ser tal, está faltando a la ciencia. Suprime la ciencia de la ecuación.


¿Y cómo sabemos dónde estamos y cuál es el lugar del que partimos? Con un sistema para tratar sólidos de revolución, es decir, un cuerpo en tres dimensiones. Como el teorema de Pappus de Alejandría (290-350 a.C.). En el cual se tienen dos rectas en un plano. Se toman tres puntos en cada una de las rectas (las rectas no tienen por qué ser paralelas). Cada punto de una recta se une con los dos que no están justo enfrente. Esas rectas que unen puntos determinan tres puntos alineados, es decir, que están sobre una misma recta. Dicha recta es el centroide que relaciona superficie y volumen de un cuerpo.



Es evidente que una técnica, una estructura, puede tener una multitud concreta de variantes (ese es el objetivo del bunkai), pero ¿cuántas de esas variantes han sido experimentadas, estudiadas y comprobadas como eficientes realmente? Y aunque las hubiera, habría que tener en cuenta que la mecánica de actuación, posiblemente, fuese una, la más óptima.


En base a creencias y opiniones, muchos sistemas, muchas formas, se han desvirtuado perdiendo así su sentido original. Sin embargo, algo inherente a la técnica es la estructura física, que no ha cambiado. Todo es mucho más simple.


Así que, hablando de lucha, no se trata de opinar o creer, sino de encontrar la ciencia que aporte luz a quien está a oscuras. El resto, es todo ego.

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