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Foto del escritorVíctor López Megía

Y SI NO ENSEÑO A GANAR ¿QUÉ?

Pasé toda mi infancia, mi adolescencia y parte de mi juventud hasta mi retirada, rondando el cuarto de siglo, en el mundo de la competición, participando de forma activa y llegando incluso a mantenerme en la élite cerca de una década. Tras mi retirada como competidor, al menos, me mantuve cerca de otra década más como coach de mis propios alumnos. Pero progresivamente fui perdiendo el interés por la competición porque mis miras estaban puestas en otros objetivos.


Durante mi tiempo apartado de la competición, algunos buenos competidores se acercaron al Senkikan Dōjō con diversas pretensiones, pero como decía, mis miras estaban en otro lugar. Hace un par de años, mi hermano Marcos y yo decidimos poner en marcha una iniciativa que llevábamos tiempo contemplando, se hacía necesario aportar la posibilidad a nuestros alumnos de sentir la experiencia de la competición con objetivos y propósitos muy, muy diferentes a los que, en su mayoría, pueden apreciarse. Objetivos y propósitos en los que nos educaron antaño, pero que hoy no son compatibles con el tipo de sociedad en la que vivimos, la que estamos creando ¡Debemos ser conscientes de ello! Sabíamos que no eran objetivos habituales dentro del mundo de la competición, no iba a ser fácil, no iban a tener una buena acogida y costaría que fueran entendidos. Pero nunca nos frenó el muro de la ignorancia, porque cuando uno sabe y conoce, uno deja de temer.


En este corto periodo de dos años en los que hemos hecho algunas pequeñas incursiones en el mundo de la competición oficial infantil a nivel regional (entiendo que cuando uno hace un periodo de ayuno, debe comenzar a comer poco a poco para que su estómago vuelva a habituarse), hemos tenido todo tipo de ataques y críticas contra nosotros y nuestros alumnos cual ariete arremete contra una puerta. Por supuesto, nunca de forma directa.


“Ellos son buenos, pero sus alumnos no son como ellos”.

Por supuesto. Nosotros tenemos cuarenta años de práctica y los alumnos que presentamos apenas llegan a los cinco o seis, ocho en el mejor de los casos. Pero son infantiles en plena formación. No sólo en plana formación de su carácter, sino en plena formación técnica. Si un niño de 9 años es capaz de hacer mejor que un adulto de 40 años, con mucha más experiencia y práctica, bien es porque lo que hace el adulto es inmensamente fácil y todos sus años de práctica han sido eclipsados por la destreza de un niño o bien es que el adulto ha perdido todo su tiempo de práctica. El problema que estamos creando con esto, es hacerle sentirse especial a un niño de 9 años que piensa que puede ser mejor que un adulto con más años de práctica. Sin embargo ¿cuantas actividades y destrezas existen en este mundo en las que uno puede destacar? ¿Destacar en una sola es motivo para sentirse especial? Creo que no es suficiente. ¡Cuidado con este mensaje que se le da los niños!


Quizás todo empieza por llamar talentoso sólo al niño que destaca o triunfa en algo. En palabras de Toni Nadal, tío y entrenador de Rafa Nadal, uno de los mejores tenistas del mundo: “Talento es la capacidad para desarrollar un aprendizaje. Cuanta más capacidad tiene uno de aprender una disciplina, más talento tiene.” El talento no es un sinónimo de éxito, se puede tener talento y no llegar a tener éxito. La historia está llena de ejemplos…


“No entiendo por qué vuelve a la competición, no le hace falta”.

Efectivamente, yo no vuelvo a la competición por mí, vuelvo a la competición por mis alumnos. Pero sí, tienes razón, no entiendes. Hablando de talento como la capacidad de aprender ¿Qué formador sería yo si no ofrezco toda posibilidad de aprendizaje a mis alumnos? Limitar su aprendizaje a un sólo campo o materia se llama especialización y en los casos en los que, además, se omiten o desprecian otros aspectos de la formación, se llama adoctrinamiento. Pero claro, aprender cuesta, por eso es importante que formemos el carácter, incluso mucho antes que la técnica, ya que, quien no ama el esfuerzo de aprender, el empuje y el arrojo de superar la derrota, está abocado al abandono. Recordar siempre que el carácter se forja en la resistencia y la adversidad.


Aquel que se piensa muy bueno haciendo algo, aun siéndolo, pronto abandona la lucha por progresar. Mejorar es saberse no suficientemente bueno. Esa debe ser la autoexigencia.


“No entiendo por qué sigue en la competición si nunca gana”.

Hombre, sé que esto llegará a quien tiene que llegar ;-) dos escasos años es muy poco tiempo para catalogarlo de “nunca”. Las cosas más difíciles son las que verdaderamente merecen la pena, todo lleva su tiempo. Entiendo que a alguien corto de miras se le pueda hacer muy largo un periodo de dos años, pero no es así para quien plantea la formación del carácter y la técnica de una persona en maduración. Eso conlleva mucho más de dos años. Pero ¡cuidado con el mensaje que estás mandando! Si no ganas tienes que abandonar… Entonces sólo entrenas para ganar ¿verdad? Cuidado porque la exigencia sólo puede ser exigida por alguien que haya sido ejemplar.


En el mundo de la inmediatez en el que vivimos, los niños siempre tienen que tener una recompensa: por estudiar, por hacer sus actividades, sus tareas, por ganar el partido, etc. Se les está acostumbrando al premio fácil y la vida, ni es fácil, ni siempre te premia. Los psicólogos, que hacen muy bien su trabajo, están llenos de pacientes frustrados, deprimidos y desilusionados. Se frustra quien tiene una valoración sobredimensionada de sí mismo y de igual manera, se desilusiona quien no aprende de sus errores y no entienden que fallar es lo habitual y se mantendrán más tiempo en el fallo que en el acierto.



Es por ello que muchísimos competidores de hoy día actúan como mercenarios. Van de un lado a otro buscando quien les haga ganar y cuando no ganan, se buscan a otro, porque el fallo está afuera, no en ellos mismos. ¡Si no ganas, márchate! Eso sólo lo diría quien está interesado en obtener una recompensa por la victoria, no lo podría decir quien trata de educar y formar. Si esas personas son padres, deberían reflexionar si es el mensaje que quieren darles a sus hijos. ¿Dónde quedan los valores del esfuerzo ante lo difícil, la constancia y la perseverancia en la búsqueda de objetivos, la superación de la adversidad, la propia formación de un carácter fuerte y luchador?


Es evidente que el pensamiento de personas así no está en la formación de nadie, sino en el ego de andar con los bolsillos llenos a costa de crear futuros adultos caprichosos. Y cuanta más repercusión tiene la actividad, más se acentúa todo esto. Asumir que alguien sólo puede estar en la competición para ganar, es asumir que un político sólo está en su posición para gobernar y no para mejorar el mundo. Pero seguir formando a futuros adultos caprichosos, que siempre saldrán más caros que los posibles adultos cabales.


Siempre fue inmensamente más fácil esperar a que el azar me traiga a un alumno con unas características geniales que le permitan no someterse a la constancia, la perseverancia y la superación en contra de la frustración, la decepción y el abandono. La derrota siempre fue incómoda para quien no está acostumbrado a ella. Se me antoja, que no sólo estamos viviendo la era del deterioro motriz, también la del mal carácter gracias a una pésima formación.


Es cierto que cada uno afronta sus actos según sus principios. Por eso yo afronto el Karate como afronto la vida, según mis principios y no los marcados por la disciplina, las modas o la norma. Para poder alcanzar metas elevadas uno debe ser consciente de sus carencias y trabajar para superarlas poco a poco, nada difícil se consigue pronto. ¡Gana o abandona! Es un mensaje de exigencia y prontitud, que en nada se parece al mensaje que yo quiero dar a quien trato de formar.


Por supuesto, es lícito que cada uno se gane la vida como mejor considere. Pero cuando estamos enseñando, no ya formando, sea en el ámbito que sea, influimos, a veces sin quererlo, en el carácter de otras personas. En sus actos está la respuesta y cuando uno se acostumbra a no ser responsable de sus actos, se pagan las consecuencias.


Por eso nosotros, desde Senkikan Dōjō, ya hace mucho tiempo que decidimos no enseñar a ganar, sino a no perder.


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