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  • Foto del escritorVíctor López Megía

ROMPERSE POR DENTRO

Entiendo perfectamente cuando hay gente que piensa que las artes marciales se han distanciado de la realidad. Y no se equivocan, lo cierto y verdad es que determinadas artes marciales se han acercado tanto al mundo escénico que en determinados aspectos queda, más bien, poco o nada de su significado originario. Algunas artes marciales han entrado irreversiblemente en una serie de rutinas establecidas y secuencias estéticas, con estudios técnicos tan analíticos como absurdos, que se ha perdido gran parte de su instinto primigenio basado en la pura supervivencia. Y así mismo pasa, por ejemplo, con el Kata del originario Karate de Okinawa.


Pensemos que un gran porcentaje de practicantes actuales de Karate, consideran fielmente que el Kata conforma el Karate. <<Karate es Kata y Kata es Karate>>, dicen. Su Karate está basado en el conocimiento de Kata y es a través del Kata, un ejercicio establecido, desde donde montan y tejen su Karate, que estructura y representa su nivel de destreza y conocimiento. Y en realidad, etimológicamente, el origen del Kata es la forma de representar algo, una escenificación, ciertamente, pero con un sentido, el de la lucha, no olvidemos esto último. Kata tan sólo es una representación de la lucha, pero no es lucha, aunque debe ser representada y entendida como tal.


Pero claro, no podemos hablar de sentir y representar algo que se desconoce. Si no conocemos su origen, su historia, el arraigo de una cultura implícita, la transmisión generacional, la forma, el contexto y su sentido, el porqué de cada gesto (tsukau), su evolución y su modo (kata). Siendo ajeno a todo eso, difícilmente se podrá mantener el sentido primigenio de nada ¿Quién extraña lo que no conoce?



Imaginen un viejo guerrero, ya retirado del servicio, tras una larga carrera que bien le hizo merecer un buen estatus social. A duras penas, entre la alegría y el orgullo, mantiene el equilibrio en el jardín de su mansión mientras danza bajo los efluvios del awamori. Iluminado bajo la luz que deja la luna en una despejada noche de estrellas. Su cuerpo y sus gestos, desvelan movimientos firmes, fluidos y coordinados de manos que se elevan en súplica, agarran y golpean, sujetan y conducen. Su hijo más mayor, sentado cerca, canta mientras toca el shamisen. Su nieto, el primero, imita los gestos del abuelo mientras sonríe. Sabe que pronto el abuelo le enseñará a danzar para la entronización del nuevo rey. Los lazos del clan (monchū) y el culto a los antepasados, son mucho más fuertes que el budismo y el sintoísmo, religiones extranjeras y de escasa influencia entre las gentes de Ryukyu.


¿Usted es capaz de comprender esto? Ahí es donde nace el Kata originario de Okinawa. Un ejercicio a medio camino entre la danza (Ruykyu Buyo) y la lucha. ¿Qué creen que podría mostrar un viejo guerrero al mover su cuerpo libremente? Sólo aquello que sus ojos, su mente y sus manos han experimentado tantas otras veces. No hablo de aquellas formas creadas tras la gran guerra con fines metodológicos y educativos para estructurar una ryuha, tampoco de las formas adaptadas del kenpo chino. Hablo de la transmisión generacional del Kata de Okinawa (Gojushiho, Kushanku, Naifuanchi, Seisan, Patsai, etc.), y del sentimiento de pertenencia a una cultura que trató de ser menospreciada y velada por una tendencia pro-japonesa en crecimiento.


“No está en la garganta; sube por dentro desde la planta de los pies. Es decir, no es cuestión de facultad, sino de verdadero estilo vivo; es decir, de sangre; de viejísima cultura, de creación en el acto”.

Explicó el poeta García Lorca sobre el "duende" flamenco.


Y es que esos patrones fueron interiorizados de generación en generación, distintos a los patrones de acción fija, automáticos e inconscientes. Dichos patrones conllevan implícitos sentimientos que representan atajos y simplificaciones que realiza el cerebro para interactuar tanto con el mundo externo como con la realidad interna. Esas vías o rutas sinápticas no se encontrarían preformadas como los patrones de acción fijos, sino que representarían los hallazgos o interconectividad neuronal de cada individuo a nivel de circuitos cortico-talámicos. Son sentimientos únicos y exclusivos de cada individuo que los posee. Pero como un "don", si no se práctica, no sirve de nada.


Similar a una qualia, que se denomina en psicología, una cualidad singular de experiencia consciente, sensaciones y percepciones muy comunes y concretas.


«Yo creo que puede darse en todos los oficios, aunque quizás más en lo nuestro, en lo de los gitanos. Pero no se puede explicar. Yo, de pronto, hago cosas en el cante que nunca he hecho, y que nunca voy a volver a hacer porque no sabría repetirlas”, argumentó el cantaor Camarón de la Isla sobre el "duende" flamenco.


Dichas emociones no pueden ser aprendidas, son el resultado de la experiencia directa con los estímulos y no están relacionadas con el nivel técnico. Se tienen o no se tienen y dependen de las vivencias. Son experiencias muy personales. No podemos compararlas y menos representarlas o describirlas sin haberlas sentido.


Como un cantaor flamenco, por más técnica que tenga, sin "duende" no puede "romperse por dentro" al cantar.



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